@rchivos Nº 6, junio 2025
DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA ISSN 2953-4852 (en línea)
@rchivos 105
entre elementos heterogéneos: discursos, instituciones, arquitectura, reglamentos, leyes,
medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales,
filantrópicas, lo dicho y lo no dicho” (Castro, 2018: 131) siendo lo no-dicho aquello que
queda excluido de la enunciación, de la posibilidad del discurso y, por lo tanto,
difícilmente pue-da ser simbolizado, articulado a una trama de significantes.
Lo “no-dicho” también podemos articularlo a la noción de inconsciente; no está ahí,
no lo hallamos en el decir del sujeto, sino que se devela en tanto posición enunciativa, co-
mo aquello que se equivoca: el enojo y su estallido, la fantasía adolescente expresada a tra-
vés de un chiste, un carraspeo de garganta, son todos modos de emergencia de aquello
“no-dicho”, que puja por ser enunciado, por atravesar los desfiladeros de significantes a fin
de intentar ser capturado por lo simbólico.
Hasta que vuelve a estallar: “quieres comprender qué comprendo de lo que
comprendo. (...) “si comprendo lo que hice”, y luego cae en cuenta de lo que dijo: “me
pones palabras en la boca. Es una trampa”. Hablar es una trampa porque devela nuestra
posición, en el acto de enunciar está responsabilidad, sobre todo cuando se trata de lo “no-
dicho”.
La escena continúa “¿qué fue eso? Le hiciste una seña como si fueras una reina”.
Jamie, parado, la mira directamente, sin miedo, ella sostiene la mirada, pero también se
cuela el inconsciente: un ojo titila efecto de la agresión-tensión, del ejercicio de un poder
que va más allá de Jamie, pero que él también porta, y opera, aunque sea “no-dicho”: su
condición de varón heterosexual. Aparece otra forma de manifestación del poder: Jamie
amaga un grito de enojo antes de volver a sentarse luego, insiste: “¿Te asusté cuando grité?
(...) tengo 13 años, no soy tan aterrador (...) qué vergüenza, temerle a un chico de 13 años”.
En estas escenas se develan los entramados de las relaciones de poder como aquello
que está presente pero no de manera manifiesta. Autoras como Butler, Segato, Tajer,
aportan desde la perspectiva de género elementos que permiten pensar cómo los
mandatos de masculinidad imponen ciertas relaciones de poder y de dominación y como
estas son representadas en el breve recorte de la serie:
Para Foucault, el poder no es una sustancia o una cualidad, algo que se posee o se tiene; es, más
bien, una forma de relación. (...) Las relaciones de poder exigen que el otro (aquel sobre quien
se ejerce el poder) sea reconocido y mantenido hasta el final como un sujeto de acción, y
también que se abra ante la relación de poder todo un campo de respuestas, reacciones, efectos,
in-venciones posibles (Castro, 2018: 315).