ESTUDIANTES DEL ITU, DE VUELTA EN CASA

 Hace algunos días regresaron de Alemania los jóvenes estudiantes del Instituto Tecnológico Universitario, Daniel Barón y Dalma Facciano, después de haber estado un año trabajando en granjas alemanas. Fueron a partir de un acuerdo entre INTA de Misiones y el Instituto alemán DEULA. Barón estuvo en una granja cercana a la ciudad de Hannover y Facciano en otra granja a 20 minutos de Bremen. Compartimos la entrevista que les hicieron en Paralelo 32.

 

“Los alemanes no son más inteligentes que nosotros, son más perseverantes”

Lo subrayó a Paralelo 32 Daniel Barón, quien junto con Dalma Facciano vivió, trabajó y estudió un año en Alemania. • Estuvieron en granjas de Baja Sajonia por un convenio de INTA con el instituto agrícola DEULA, del país europeo.

Crespo.- Hace algunos días retornaron de Alemania los jóvenes estudiantes del Instituto Tecnológico Universitario, Daniel Barón y Dalma Facciano. Acompañados por el encargado del ITU, ingeniero Dardo Pagnone, visitaron Paralelo 32 y contaron su experiencia de un año trabajando en granjas alemanas. Fueron con un grupo de argentinos, la mayoría de Misiones, a partir de un acuerdo entre INTA de Misiones y el Instituto alemán DEULA. Barón estuvo en una granja cercana a la ciudad de Hannover y Facciano en otra granja a 20 minutos de Bremen.

– ¿Qué actividades realizó?
— Damián Barón: Yo trabajaba en una granja que produce biogas y realiza engorde de cerdos. El biogas es producto de una fermentación; es combustible para un motor generador de electricidad, la energía producida va a un regulador de voltaje y desde allí sale hacia el pueblo cercano, de unos 1.300 habitantes, que obtiene la mitad de la energía consumida a partir de esa planta de biogas. Cuando llegué al establecimiento había un ucraniano y un ruso que estuvieron un mes y dos meses, respectivamente. Luego quedé solo; pero en noviembre llegó otro argentino de Misiones.

– ¿Utilizan mucha materia orgánica para el biogas?
— B. Se siembran 110 hectáreas de maíz más 90 de centeno, y ray grass, una gramínea perenne que dura tres o cuatro años. Yo alimentaba la reserva de biodigestores tres veces por día, en gran parte con maíz, el resto con centeno o ray grass.

– ¿Cómo era su jornada laboral?
— B: Mi jornada, en una etapa normal, empezaba a las 7.30 hasta las 12 o 13; y luego se arrancaba a las 15 hasta las 19. En época de siembra o cosecha, trabajaba dos o tres horas más. Los días que se cargaba cerdos arrancaba a las 3.30 y terminaba a las nueve de la noche.

– ¿Cómo es la granja?
— B: La granja tiene 1.500 cerdos en engorde y 130 hectáreas de campo. Cada semana y media se venden 200 cerdos y entran otros 200. Se reciben de 30 kilos y se entregan con un máximo de 115 kilos. La familia propietaria es un matrimonio con tres hijos. Trabajan en el campo el papá y el hijo de 23 años. Tienen ocho tractores Deutz-Fahr y Fennd, esta última es una marca alemana que acá no se conoce. Entre otros implementos, tienen arado de rejas, desmalezadora y un ‘combinación’ como le llaman, que se utiliza en primavera para abonar la tierra. No usan alambrados ni cercas, solo mojones marcan el límite entre campos.

– Es una zona que debe tener muchos siglos de labranza.
— B: Sí, la tierra está muy gastada. Es una zona llana y hay mucha forestación. El suelo fértil tiene 27 centímetros, el resto es arena. Están todos los campos con sistemas de riego. Este campo, en particular, cuenta con ocho máquinas de riego.

– ¿Le pagaban un sueldo?
— B: Los primeros seis meses me pagaron 250 euros al mes, los siguientes tres meses 350 y los últimos tres, 450. Me dieron una casa con acceso a internet, me cocinaban y me lavaban la ropa.

En un tambo con robots

– ¿Cómo fue su experiencia?
— Dalma Facciano: Mi establecimiento estaba en Stotel, un pueblo chiquito de 400 o 500 habitantes a 20 minutos de la ciudad de Bremen. Hacíamos tambo y cría de animales, terneros para carne o leche. El dueño tiene en Berlín, a 500 kilómetros, una explotación con biogas. Fuimos un par de veces a ver las instalaciones, pero no trabajé allí. Cobré el mismo sueldo que Daniel porque era el mismo contrato para todos los que viajamos. Los estudiantes allá hacemos prácticas en tareas que tienen relación con nuestra formación. No tienen gente que trabaje en el campo.
— B: El gran problema de Alemania es que no tienen jóvenes para trabajar.

¿Con qué personal trabajó?
— F: Primero estuve sola, y a los dos o tres meses llegó una chica de Misiones. Trabajamos juntas. Había dos o tres empleados más, eran alemanes. El dueño iba y venía entre sus explotaciones. Yo me manejaba con el capataz y los demás empleados. Había dos tambos, uno tradicional como los de acá y otro con robot. Había semanas que trabajaba en el tambo común y otras en el tambo con robot.
– ¿Tambo con robot? ¿Cómo es eso?
— F: Había cuatro robots, y por robot se ordeñaban unas 80 vacas. Cada robot tenía una computadora con todos los datos de cada animal. El aparato estaba instalado en un punto donde las vacas debían pasar para comer. Al pasar, la computadora controlaba si la vaca estaba ordeñada o no, porque podía pasar a comer cuatro o cinco veces al día. Si no estaba ordeñada, se cerraban unas compuertas, la vaca quedaba confinada en ese espacio y con unos sensores de laser el robot controlaba un brazo mecánico que colocaba pezoneras en la ubre de la vaca y realizaba el ordeñe, que tardaba unos 11 minutos. Las vacas se ordeñan sin estrés y con mayor higiene porque el brazo lava y cepilla las ubres. Con tractor y acoplado desparramábamos comida y nos seguía un robot más chico que iba acercando la comida a las vacas.

– ¿Qué horario hacía?
— F: Empezaba a las 6 de la mañana hasta las 12, y de dos de la tarde hasta 7 y media. En invierno trabajaba un poco menos. En el tambo común había 350 vacas y en el tambo con robot unas 400. Ese espacio ocupaba unas 10 hectáreas, el resto era para cultivos agrícolas. Hacían silos torta con la reserva de comida para las vacas durante todo el año.

El sabor de la carne

– ¿Y la cría de ganado?
— F: Era el trabajo que hacíamos con el tambo, tanto cría de vacas como de toros.
— B: En Alemania no se castran los toros, se los cría sin castración. La razón que nos dieron es por el cuidado biológico del animal, para evitarle sufrimiento y que no se atrase su desarrollo.

– ¿Qué sabor tiene la carne para comer?
— B. Es muy diferente, pero no nos gustó. Se come mucho cerdo y pollo, muy poca carne de vaca comí porque se exporta a mercados como Rusia.

– Y el cerdo, ¿qué tal?
— B: Es carne magra, con poca grasa, porque al chancho común lo cruzaron con jabalí, una especie salvaje y sacaron una carne de poca grasa.
— F: No hace mal pero no tiene buen gusto tampoco.
— B: Después comíamos sopas y ensaladas que yo no conocía acá.
— F: Lechuga con yogur, o sopa con mandarina, también.

Granjas alemanas

– ¿Cómo son las explotaciones en general?
— F: No hay mucho campo, el pedacito que tienen lo deben trabajar mucho para que les rinda, porque si les va mal en una siembra, pierden mucho dinero.
— B: Pero la producción es otra, mucho mayor que acá. Un maíz estaba rindiendo 140 quintales por hectárea, cuando acá es de 80 o 90 un rinde bueno. Para hacer silo sacaban 40 mil kilos por hectárea. Los números son otros, es más reducido el campo pero la producción es casi el doble. Los trigos rinden 100 a 110 quintales, acá anda en 30. Fertilizan mucho también. Tenían un silo aparte para acumular abono.
— F: Nosotros también echábamos al campo el abono de las vacas del tambo.

– ¿Cómo es el nivel de vida del resto de los peones?
— F: Los sueldos son buenos pero la vida es cara. Lo que ganás se te va. Yo trabajé junto a inmigrantes de Ucrania.

Viajar y conocer

¿Fuera del trabajo, tenían ‘vida’?
— B: En mi caso, iba a estudiar a Hannover todos los martes. Ese día no trabajaba. Los domingos los tenía libre en tiempos normales, sino era trabajo de corrido. Salía también los fines de semana. Teníamos 24 días de vacaciones todo el año y los podíamos sacar en distintos momentos. Yo los utilicé para viajar. Estuve en Italia, Francia, Berlín, Londres, Bremen. En Roma vi un partido de Milán con Lazio.
— F: Yo iba los lunes a la facultad y cuando volvía seguía trabajando. A mí el contrato me lo cumplían y tenía fin de semana por medio libre. Aproveché para viajar a Holanda, Bélgica, París.

– ¿Se juntaban con los restantes argentinos?
— F: Más que nada con los que estaban más cerca. Yo tenía mi grupo para salir y conocer. Había brasileños, paraguayos y también argentinos.

Comparaciones

– ¿Estamos muy lejos de lo que allá se trabaja?
— B: Entre Ríos es una provincia que tiene todo lo que tiene Alemania, tal vez en otro sistema de trabajo, pero se parece mucho. Lo que más está desarrollado allá es el biogas, pero en el resto no estamos tan lejos. Lo veo muy similar. En Alemania los modelos de explotaciones son muy similares.
— Pagnone: Si todo marcha bien, en la Microrregión hay un proyecto privado para instalar biogas. Tiene unas 700 madres y es una buena oportunidad para que se inserten los estudiantes de ITU.

– ¿La gente que trabaja en el campo en Alemania tiene formación de nivel terciario?
— B: Es obligatorio estudiar. A nivel agropecuario se capacitan. Son de calcular mucho los números, para no errarle, porque están siempre en lo justo. No está muy desarrollado el cooperativismo Mi jefe trabajaba con tres firmas, una de alimentos, otra de cerdos y un frigorífico. Acá una misma empresa, a menudo una cooperativa, atiende al productor en los tres temas.

El idioma

– ¿Como hicieron con el idioma?

— F: No sabíamos antes de ir, estudiamos una base, fue la peor parte de la experiencia. Al principio se sentía una impotencia, porque si te pasa algo no podías expresarte. No entendés.
— B: Estudiamos un poco. En lo personal me ayudó mucho que vivíamos en el campo, y a la hora de trabajar no sabía expresarme pero le entendía al jefe, porque en Entre Ríos la forma de trabajo es muy similar. Después fue cuestión de prestar atención, estar concentrado todo el tiempo escuchando, para ir aprendiendo.
F: En los primeros meses costó mucho, después fue más fácil.

– ¿Volvieron sabiendo alemán?
— B: No perfecto, pero lo hablamos. A lo último rendimos una prueba en alemán, sobre animales, máquinas y temas políticos. La rendimos en alemán. Si bien los profesores no nos exigían, a la hora de responder teníamos que hablar en alemán.
— B: Podíamos quedarnos, si queríamos podíamos hacer un contrato por un año más. Si queremos volver de vacaciones, la familia nos da casa.
— F: Se hizo un lindo lazo con la gente de allá. Yo con el propietario, que el tenía la mujer y dos hijos, una hija de mi edad. Con ella estuve compartiendo tiempo a veces.
— B: En mi caso, el hijo del propietario me guiaba en el uso de la nueva tecnología, por ejemplo con el último tractor que habían comprado en 2013.

Cultura e impuestos

– ¿Como vieron la cultura alemana?
— B: Ellos tienen muy adentro el tema del trabajo. Ven mucho lo material, en el sentido de que tal vez no se van a juntar las familias un domingo, y preferirán ir a trabajar. Después, siempre quieren más y más.

– ¿Pagan muchos impuestos?
— B: Si, tienen muchos impuestos. Se paga mucho y hay que tener todo en regla. Perdiste un papel y te llega una multa. En los campos tenés que estar al día con todos los papeles. Viven con mucho control, les caían también controles bromatológicos. A veces andaban desesperados buscando un recibo porque se les vencía y si no lo tenían les caía una multa. Es un país donde se puede producir, y el gobierno ayuda. Se manejan números muy grandes, con solo decir que por año pagan 60 mil euros por agua. Uno se da una idea que lo que hacen es rentable, porque aún así pueden invertir en maquinarias.

¿Y no es gente de gastar dinero en viajes?
— B: No. Yo conocí más que ellos estando ahí.
— F: No disfrutan nada.
— B: Se ve la potencia que son por esa forma de vivir. Pero lo que observé es que no son más inteligentes, son perseverantes. Muchas veces, el sentido común mío era más elevado que el de ellos para resolver cosas al momento. Lo nuestro es más fácil allá. Nos resulta fácil porque estamos acostumbrados a resolver cosas. Acá hasta que no se te quemaron los libros no dejás.
— F: A ellos si les pasa algo, enseguida llaman a un técnico.
— B: El jefe se levantaba a las cuatro y hasta las diez estaba en su puesto de trabajo, era perseverante. Otra cosa que hacen es juntarse los productores. Uno tiene cerdos, otro digestores, otro maíz, y se asocian para hacer biogas. Pero ahora está prohibido abrir nuevas plantas, porque hay tanta producción que si se quiere abrir una nueva planta tiene que estar bien justificada. La prohibición es porque se siembra mucho maíz para biogas y no hay para alimentación.
— F: Mi jefe con el biogas alimenta sus tambos. La energía la invierte ahí.
— B: En mi establecimiento, la energía es por paneles solares en los techos.

Volver

– ¿Volverían a Alemania a hacer ese trabajo?
— (Ambos): No.
— B: En el sentido de que para nosotros el sueldo era bajo, trabajabas a la par y mucho. Con otro sueldo, sería diferente.
— F: Los peones cobraban más y trabajaban menos.
— B: A partir de los seis meses yo les cobré extra cuando sembraba y no paraba de estar sobre el tractor. Y el jefe no tuvo problemas en pagarme extra.
— F: A mí jamás me pagaron extra. En época de ensilar, estábamos hasta las 12 o las una de la mañana y al otro día debíamos arrancar de nuevo a las seis.

– ¿Aprendieron más cosas?
— (ambos): Si, siempre se aprenden cosas nuevas.
— B: Para mi fue buena la pasantía, a pesar de que ya sabía, pero pude experimentar otro sistema. Te cambia totalmente la mente. Y al estar afuera ves lo que tenés acá.
– ¿En la comparación, que ven distinto?
— B: Hay cosas buenas y malas en los dos países. Es otra cultura de trabajo, te tienen a mil por hora. Acá es más tranquilo. En el sentido familiar es otra cosa. No tienen la cultura familiar de juntarse, ir a pescar, el asado de los domingos. Jugar futbol no me permitían porque era todo un riesgo.
— F: A mí lo que me llamó mucho la atención es la puntualidad, la organización, mantener la palabra. Ellos saben que se van a pasar en litros de leche y tienen que avisar a la firma que entregan, porque el mes siguiente iban a tener cinco vacas más, por ejemplo.
– Fueron con ciertas perspectivas. ¿Se les cumplieron?
— B: Yo iba con interés en el biogas y aprendí, pero me habría gustado aprender más, meterme más en el tema. A la vuelta, uno viene muy embalado porque es más fácil allá, tal vez. Y acá tenés que meter rebajes porque sino te chocás. Hay que calmar las ansiedades.
— F: En mi caso, estuve al principio en otra granja. Eramos 26 chicos y se decidió por sorteo quienes iban por biogas, porque había tres lugares. A mí me mandaron a un lugar de tambo, con una chica de Maciá. Pedimos un cambio a DEULA, porque no era lo que nosotros queríamos hacer y aprender. Después de dos meses nos cambiaron. A mí me mandaron a la granja que describí, pero como mi jefe tenía el biogas en Berlín, compensé yendo algunas veces. Me hubiese gustado aprender más de biogas. Igual se aprenden cosas nuevas, una mirada diferente sobre hacer el trabajo.

Fuente: Paralelo 32.

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