Investigadores de la FCyT estudian amenazas de inundaciones a través de la Geología
“Para comprender el contexto climático global es fundamental fomentar la investigación paleohidrológica”, sostiene Oscar Pedersen, licenciado en Geología, docente e investigador de la FCyT.
La paleohidrología es una ciencia que estudia los sistemas hidrológicos y la manera en que se comportaban en períodos anteriores de la historia. Cientos, miles de años atrás. Ello a partir de evidencias de alteración, depositación y erosión de los suelos.
Pedersen y la también investigadora de la FCyT María Isabel Romero son especialistas en la materia. Tal vez habría que decir que son apasionados por la Geología. Ambos son docentes e investigadores y también entusiastas emprendedores a través de Geosk, una empresa de servicios de consultoría geológica, minera y ambiental.
Durante quince años han desarrollado estudios en gran parte de la Argentina, principalmente, desde Cuyo hasta la Patagonia; pero uno de los regalos que les permite su oficio es poder conocer otros países y haber trabajado en Chile, Perú, México, Estados Unidos y Canadá. Pero su empresa está radicada en Crespo, desde donde coordinan trabajos de investigación en todo el país y donde están desarrollando un novedoso proyecto orientado a la detección de posibles desbordes de ríos y arroyos que puedan provocar inundaciones en la región en el mediano o largo plazo.
La investigación consiste en la detección de grandes inundaciones que hayan ocurrido en la provincia a lo largo de su historia, que no estén en los registros históricos y que podrían repetirse, más temprano que tarde, como efecto del calentamiento global. Así lo explica Pedersen: “En el contexto del cambio climático, procesos que antes duraban 500, 1.000 o 2.000 años se están acelerando; ahora esos escenarios se reducen a cientos de años y por eso es probable que vuelvan a presentarse”.
Los registros modernos de medición de inundaciones generalmente carecen de un período de tiempo lo suficientemente largo hacia atrás como para capturar toda la gama de inundaciones asociadas con el cambio climático a largo plazo. Por lo tanto, los registros de paleoinundaciones proporcionan datos para reconstruir el comportamiento de los regímenes de inundaciones.
Con esas herramientas, el objetivo de la investigación en ciernes es detectar lugares que han sufrido inundaciones en el pasado para reducir los riesgos para los asentamientos urbanos, la agricultura y la actividad ganadera.
“Las paleoinundaciones pueden abordarse a partir de información sedimentológica, estratigráfica, geomorfológica, geodésica y geofísica. Esto nos permite suministrar datos preinstrumentales e históricos y evaluar si una zona particular es propensa a inundaciones. La evidencia geológica de paleoinundaciones en tierras bajas del centro de Argentina puede revelar descargas más altas que probablemente ocurrieron en el pasado cercano”, explica el licenciado Pedersen.
El primer trabajo lo hicieron en la cuenca del río Salado, en Santa Fe, aplicando distintas técnicas y analizando datos anteriores a los que registran los instrumentos. “Los datos históricos pueden ser registros fotográficos o relatos; eso lo llevamos a medidas cuantificables y nos permite detectar eventos que no estén registrados instrumentalmente pero que sí sucedieron. Después hacemos un análisis de tiempos geológicos, 500, 1.000 o 2.000 años atrás, aplicando todas las técnicas, desde trabajo con drones, geo-radar, perforaciones y toma de muestras de posibles eventos que no hayan sido registrados y que fueron eventos de inundaciones importantes”, detalló.
La investigación ha demostrado que, en un contexto de cambio climático, con temperaturas más elevadas, hay posibilidades de que eventos de estas características vuelvan a suceder.
Lo que ocurre es que el incremento de las temperaturas medias a nivel global provoca un aumento del nivel de base de la altura de los ríos y arroyos, por el deshielo y el consecuente ascenso en el nivel del mar. La investigación toma como nivel de base la altura del río Paraná: “Cuando está alto por condiciones de cambio climático global, que ya existe una tendencia a eso, todo nuestro sistema de arroyos también está alto; entonces, cuando se produce un evento de lluvias extraordinarias, al estar todo el sistema alto, se producen anegamientos e inundaciones a niveles que podrían ser inéditos, como ocurrió en 2003 en Santa Fe, pero que no lo son porque hay registros históricos y geológicos de eventos iguales e incluso superiores”, explica Pedersen.
El estudio paleohidrológico permitiría elaborar mapas de amenazas en los territorios proyectados a 500, 1.000 o 2.000 años, como ya existen en países que están a la vanguardia en esta materia, como España o Estados Unidos, de modo de prevenir el impacto de las inundaciones sobre la población y el esquema productivo.