OPINIÓN:” La importancia de una YPF argentina”
por Ricardo Goñi, Profesor de “Medio Ambiente y Salud”, Facultad de Ciencia y Tecnología, UADER
Tal como vienen especulando numerosos analistas desde hace más de una década, el mundo se acerca al punto máximo de extracción de petróleo (fenómeno conocido, en la jerga petrolera, como “Peak Oil”).
Según el geólogo norteamericano Kenneth Deffeyes, la declinación en la producción de petróleo a escala global ya se habría producido en 2005. Esto no significa que se hayan agotado las reservas de petróleo. Significa que la segunda mitad que queda por explotar será crecientemente más escasa, remota, difícil de extraer, de baja calidad energética e, indefectiblemente, mucho más cara. Como consecuencia de ello, y sin entrar en detalles, una crisis sin precedentes podría estar acechando a la Humanidad, teniendo en cuenta la absoluta dependencia que la mayor parte de los países del mundo, y sobre todo de los países más desarrollados, tienen del petróleo y sus derivados, cuyos mayores porcentajes son destinados, lejos, a movilizar motores para la generación de energía y, sobre todo, para el transporte (del total de petróleo producido e importado por los Estados Unidos, por ejemplo, el 66% es consumido por el transporte).
En el contexto de dicha crisis, no está de más señalar –aunque no sea ninguna novedad- la importancia estratégica de la posesión de empresas petroleras nacionales. No se trata aquí de abundar con un análisis histórico acerca del indiscutible significado de YPF en materia de soberanía nacional. Se trata, en cambio, de ilustrar con algunos números la importancia de la decisión del gobierno nacional en recuperar la empresa, cuya privatización en los ’90 significó, además de uno de los factores principales de destrucción del patrimonio de los argentinos, una enorme defraudación que se sustanció a partir del negocio con las reservas de petróleo y gas, como se verá con los datos de más abajo.
Según la Secretaría de Energía de la Nación, desde el año 2000 se registró una caída en las reservas de hidrocarburos de la Argentina. Esta tendencia se habría profundizado en 2009, año en que las reservas comprobadas de petróleo al 31 de Diciembre eran de 398.213 Mm3 (millones de metros cúbicos), un 0,6% menos que los 400.724 Mm3 disponibles a fines de 2008 (y un 16% menos que a fines de 2000).¿Puede deducirse a dónde fue a parar ese volumen de reservas? ¿Quién usufructuó de su renta? La venta de YPF a Repsol S.A. se concretó en 1998, si bien la transformación de “YPF Sociedad del Estado” en “YPF Sociedad Anónima” ya se había producido en 1990 (Ley Nacional N° 23.696 y su Decreto Reglamentario N° 2.778), con lo cual pasaba a dominio privado todo el capital social de la empresa, quedando a cargo del Estado Nacional la deuda existente al 31 de diciembre de 1990 (¡típico negocio neoliberal!). Véase, entonces, el siguiente cálculo de almacenero: 10 Mm3 de petróleo equivalen a 63 millones de barriles de crudo; entonces, si a cada barril se le asigna un precio promedio -casi ridículo- de 30 dólares (hoy el precio del barril supera los 100 dólares), la renta en bruto asciende a 1.890 millones de dólares. ¿Por cuánto habría que multiplicar esa cifra? ¿Por seis, de mínima, calculando que aproximadamente el 16% menos que se registraba en 2009 con respecto a 2000 equivaldría a unos 64.000 Mm3? Multiplicando por seis, la cifra asciende a 11.340 millones de dólares. Nótese que los cálculos han sido realizado sobre la base de datos subestimados, tanto los del precio promedio del barril como del volumen explotado durante el período en que YPF pasó a manos de Repsol (tomando los datos del Instituto Argentino para el Desarrollo Económico, en 1990 las reservas de petróleo en el país eran de 1.000 Mm3, con lo cual se puede deducir que desde entonces se han producido alrededor de 650 Mm3). De hecho, en los fundamentos del proyecto de expropiación elevado al Senado de la Nación se menciona que “Repsol no solo recuperó su inversión, sino que además retiró 8.813 millones de dólares entre 1999 y 2011” (se asegura que Repsol pagó 13.437 millones de euros por la compra del 57% de YPF; esto es, aproximadamente unos 17.602 millones de dólares, que ya recuperó). Con lo cual, el cálculo de almacenero ha quedado, lejos, por debajo de las cifras reales. Como sea, es mucha plata -obtenida de un recurso de todos los argentinos- cedida al capital privado, mayormente a Repsol, cuyo único objetivo fue multiplicarla al máximo en el menor tiempo posible.
Claro, los profetas del libre mercado dirán que ese cálculo no incluye los costos de producción que tuvo que afrontar la compañía (que en total seguramente fueron inferiores a los 6 dólares por barril). Y eso es cierto. Pero también es cierto que ese cálculo fue hecho con especulaciones sobre el petróleo crudo, no sobre productos derivados de la industria petroquímica, con los cuales se multiplicaría considerablemente el valor, por más bajos que sean sus porcentajes. Entonces, ¿de qué se quejan el Presidente y los CEO de Repsol?
Pero hay más para justificar la expropiación de YPF. No existe un modelo energético en el corto plazo que en la práctica pueda servir de reemplazo al petróleo. Por otra parte, se calcula que el recambio de una matriz tecnológica a otra demora unos cincuenta años en ser encarnada por las sociedades humanas. Mucho antes que eso se podría experimentar una crisis existencial sin precedentes en la historia. Entonces, toda la retórica insufrible de los mercachifles de las “nuevas tecnologías” se derrumba en un detalle esencial: si se acaba el petróleo (del cual dependen, en última instancia, casi todas las tecnologías) el mundo entero vuelve a la Edad Media. De allí la importancia de recuperar YPF para los argentinos. Más allá de los pronósticos sombríos de la prensa nacional cipaya. Más allá de las amenazas de los funcionarios del gobierno español, quienes parecen no estar al tanto de que el Virreinato del Río de la Plata finiquitó hace dos siglos.